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viernes, 9 de noviembre de 2012

Salida de campo, Unidad educativa Jean Piaget

          Tomado de
1  Realmente fue poca la información que pudimos obtener acerca de los niños, de su entorno y de su condición de gitanos. A pesar de haber hablado con ellos, faltó tiempo para profundizar en la observación así como lograr una aproximación real a su cotidianidad, y de ser posible, a la de sus familias. 


Lo observado en el colegio habla del aplastante sistema hegemónico al que se ven sometidos los individuos de minorías o colectividades distintas a la enorme masa normativa. En medio de costumbres puramente “criollas” o “mestizas”, los niños visten prendas occidentales comunes, así como asisten a misa católica, manifestación religiosa que no es propia de su cultura. Aunque sabemos que no sólo es problema este en los niños, ya que inclusive los adultos gitanos han perdido en gran medida las prácticas “religiosas” del gitanismo.

Si hacemos la comparación de la realidad con la información presentada en los medios de comunicación, parecen completamente verídicas las estadísticas acerca de la cantidad de personas que se reconocen como gitanas, así como la preocupación presentada en la entrevista hecha a un anciano gitano, quien expresaba su temor, ya que con el paso del tiempo, los jóvenes gitanos sabían cada vez menos acerca de su cultura, perdiendo inevitablemente las costumbres de su pueblo. La tradición requiere de la renovación a riesgo de perderse, y quedar como un simple anacronismo, perdiéndose en los inciertos anaqueles del olvido.

Es realmente difícil la situación a la que se enfrentan los gitanos en Bogotá, navegando entre la pérdida de sus costumbres, la indiferencia ciudadana y la mirada pasiva del gobierno. Como un adicional, puede decirse que hace falta profundizar en estos temas, en la comprensión de la alteridad en las ciudades latinoamericanas, pesarnos diferentes pero iguales, distintos pero tolerantes.

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