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viernes, 9 de noviembre de 2012

Saber y política, la mezcla eterna

                    Tomado de
Esta semana, se firmó el proyecto que protege la biodiversidad cultural colombiana, una empresa que lleva el sello de la búsqueda del reconocimiento  del otro. Los saberes ancestrales, con la conocida importancia de la que gozan en muchos espacios académicos –e inclusive en algunos organismos estatales-, aun se encuentran amenazados por un ligero cinismo social, gracias a la desacertada asociación que el ciudadano de a pie hace de ellos con el atraso y el pasado. 


El conocimiento “empírico”, forjado a través de las generaciones y la relación diaria con el trabajo y con la tierra, es aunque no lo parezca, de vital importancia para una buena parte de la población y de la economía nacional. A parte de los procesos tecnificados de los grandes latifundios, según estadísticas presentadas en el informe, el 30 % de la población colombiana se sostiene gracias a este conocimiento tradicional.

Este tipo de propuestas por la inclusión y la construcción de un país entre todos sus actores, llega hasta las ensimismadas tierras citadinas, cuestionando el papel que juegan en una metrópoli como Bogotá los saberes ancestrales de las minorías étnicas, quienes en la mayor parte de los casos, lejos de sus lugares de origen viven necesariamente su condición diferente, reapropiando significados y experimentando su entramado cultural en un espacio hegemónico urbano. Sí comprendemos que los conocimientos tradicionales van más allá del saber de la tierra y que divergen por todos los terrenos de la vida cotidiana, podemos preguntarnos: ¿Qué tipo de nuevas relaciones surgen entre el saber ancestral y la ciudad? ¿Cómo vivir Bogotá a través de los ojos Misak, de los ojos Nasa o de los ojos Embera? Es algo a lo que por lo menos aquí no podemos dar respuesta. Pero si podemos decir que proyectos como el de la protección a la biodiversidad son un buen comienzo.

Una vez más retomamos el desafortunado tema del desplazamiento forzado y la violencia a la que se enfrentan campesinos, indígenas, afro y demás comunidades nacionales, a causa del conflicto armado entre la guerrilla y el gobierno. En un documento de la ONIC, se revelan las cifras de muertes y desplazamientos en lo corrido del año por parte de los pueblos indígenas, números que en la elevada cantidad que conocemos nos llevan a cuestionarnos acerca del papel del gobierno, de la protección de los resguardos y para el interés de este blog, los lugares hacia los que emigra la población. Bogotá como capital recibe diariamente personas que a la fuerza abandonaron sus lugares de origen para proteger la vida.

En medio de la política “incluyente” propuesta por el alcalde Petro, estas comunidades y todo inmigrante será apropiadamente recibido en Bogotá, pero en contraste con la realidad observada por los miembros de este grupo y de las locuciones de distintas posturas gubernamentales y comunitarias, la ubicación y la inclusión de estas comunidades a la sociedad representan un difícil reto a superar. Lo que tratamos de resaltar son las dimensiones tan profundas y magnas del conflicto armado y su necesaria confrontación con la vida misma de las minorías étnicas en la capital.

FUENTES


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